Introducción

La dictadura cívico-militar que se asentó en Argentina entre los años 1976 y 1983 impuso un régimen de terrorismo de estado que planificó el secuestro, la tortura y la desaparición de 30 mil personas y representa un referente para el estudio de la memoria en toda América Latina.

Las fotografías, con sus distintos usos y resignificaciones en el interior de Argentina y el resto del mundo desempeñaron un papel muy importante para documentar la represión en aquel país y para visibilizar los distintos mecanismos de resistencia, las diferentes manifestaciones de la transición democrática y la diversidad de las expresiones ciudadanas.

En esta exposición presentamos 100 imágenes que nos permiten asomar a varias de las miradas construidas por los fotógrafos en torno a estos temas y constatar tanto sus contenidos estéticos y críticos como su gran diversidad.

A grandes rasgos, presentamos aquí dos líneas de trabajo que dialogan entre sí y se complementan mutuamente: Por un lado tenemos las imágenes del fotoperiodismo, que registran y recrean desde distintos puntos de vista la protesta social y las diferentes aristas del ejercicio democrático, y, por el otro lado, podemos ver y compartir la labor creativa de distintos autores que han plasmado su reflexión en torno a la represión en los años recientes y han aportado elementos para adentrarse en este tipo de realidades de una manera única y personal.




Antes de la noche

En la madrugada del 24 de marzo de 1976 se inició una de las etapas más sombrías de la historia de Argentina. Un golpe militar terminó con el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón y colocó al mando del poder a los representantes de las fuerzas armadas. El general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Orlando Ramón Agosti implementaron el llamado "Proceso de Reorganización Nacional.” Los argumentos esgrimidos por los militares para justificar el golpe fueron: la necesidad de cerrar definitivamente un ciclo histórico caracterizado por el desgobierno, la corrupción política y la falta de una estrategia en materia económica. Así, los mandatos políticos elegidos democráticamente fueron anulados; se disolvieron el Congreso, las Legislaturas y los Consejos, se relevó a los representantes de la Corte y de los Tribunales Superiores y se suspendieron las actividades políticas y gremiales. Cinco días después del golpe, el 29 de marzo, Jorge Rafael Videla asumió la presidencia. Con el argumento de la lucha anti-subversiva, abiertamente proclamada por la "Doctrina de la Seguridad Nacional", el nuevo gobierno instaló un sistema represivo enmarcado en un premeditado plan de aniquilamiento de opositores políticos, coordinado y extendido en todo el territorio argentino.


Pesadilla de Estado

La desaparición sistemática de personas, el rapto y reubicación de infantes, el acoso constante, los vuelos de la muerte, y en suma la eliminación de la oposición fueron los pilares sobre los que el llamado Proceso de Reorganización Nacional ejerció su dominio entre 1976 y 1982. La libertad de prensa también fue censurada y subordinada a los esquemas de la dictadura. Pese a lo anterior, la lente de los fotoperiodistas de la época ilustra distintos aspectos de la vida cotidiana en Argentina.


La generación rota

El movimiento social de las Madres de Plaza de Mayo tuvo su origen en abril de 1977, momento en el que la dictadura militar ya había impuesto su régimen en Argentina y daba inicio a la materialización mediante prácticas represivas de terrorismo de Estado dirigidas contra un amplio sector de la población civil opositora que recibía el sobrenombre de “subversiva”. Este movimiento fue uno de los principales grupos de resistencia civil durante la dictadura y se convirtió en uno de los símbolos icónicos a nivel internacional y una referencia en el imaginario político, entre otras cosas debido al posicionamiento de las fotografías en la opinión pública internacional.

En los primeros años de la dictadura, las madres de las víctimas desaparecidas empezaron a agruparse para tener noticias de sus esposos, hijos y nietos. Antes de tener un “nombre como grupo”, se reconocían a sí mismas porque sostenían un clavo en su mano. Poco después, comenzaron a portar sobre sus cabezas los pañales blancos con los nombres bordados de sus seres queridos desaparecidos, éstos se convertirían en su insignia. El proceso para la consolidación del movimiento, fue la estrategia política de ocupar la Plaza de Mayo durante 24 horas seguidas, esta acción se denominó “ Marchas de la Resistencia” originadas en 1981.


Nunca más

Una de las primeras acciones del gobierno del radical Raúl Alfonsín fue la creación de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Entre los integrantes de esta comisión se encontraban personalidades de renombre internacional como el escritor Ernesto Sábato, el rabino Marshall T. Meyer, el obispo católico Jaime de Nevares, la locutora y periodista Magdalena Ruíz Guiñazú, la activista de derechos humanos Graciela Fernández Meijide, entre otros. La CONADEP recabó testimonios y pruebas de las vejaciones a los derechos humanos durante nueve meses, entre testigos de los hechos, así como familiares y conocidos de las personas desaparecidas; la investigación devino en un informe de 50 000 páginas, en el que quedó evidenciada la estructura sistemática de coordinación y ejecución de las violaciones a los derechos humanos, aprobadas por la cúpula del gobierno militar. Este reporté fue entregado al presidente Alfonsín el 20 de septiembre de 1984, con el título de Nunca más. El informe fue utilizado para el proceso judicial y condena a altos jerarcas de la dictadura, que con veredicto final del fiscal Julio César Strassera cerró su alegato con la misma expresión.


Cuando Dios gobierna

La iglesia católica ha sido un actor clave para las sociedades de América Latina. Para el caso de Argentina, importantes figuras del clero otorgaron su apoyo al régimen, como el caso de los arzobispos de Buenos Aires y Córdoba, cardenales Juan Carlos Aramburu y Raúl Primatesta, quienes negaron que el Estado efectuó la desaparición sistemática de personas. Sin embargo, pese a estos ejemplos de complicidad, también hubo clérigos comprometidos con la defensa de los derechos humanos: las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, los obispos Enrique Angelelli, Carlos Horacio Ponce de León, Jorge Novak y Jaime Nevares y el padre Pedro Doffau son solo algunos de los nombres que engrosan las listas de víctimas del terrorismo de Estado.

Aquí presentamos una pequeña muestra de una diversidad de miradas fotográficas que toman distancia y presentan una visión irónica en torno a la iglesia católica y sus representantes.


Argentina: Un caso único en América Latina

El triunfo y la llegada de Raúl Alfonsín a la presidencia fue favorecida por la propuesta de juicio y castigo a los militares durante el Proceso de Reorganización Nacional. Así, poco después de la toma de posesión, el presidente sancionó el decreto mediante el cual comenzó el proceso judicial contra los cabecillas de las Fuerzas Armadas de 1976 a 1982. Las violaciones a los derechos humanos realizadas durante la dictadura fueron investigadas por una comisión de ciudadanos notables. El nombre de este organismo fue Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). El reporte con la evidencia recabada por dicho organismo fue entregado a Alfonsín el 20 de septiembre de 1984. Con esta evidencia fue posible el juicio a la cúpula militar. Argentina se convirtió en el primer caso a nivel mundial en que los dictadores de un país comparecieran ante un tribunal.


El día a día

Durante la dictadura militar en Argentina había una vida cotidiana silenciada, censurada y corrompida. Una sociedad que ocultó y calló la desaparición, el terror y la tortura de personas en el Proceso de Reorganización Nacional, entre 1976 y 1983. Esa normalidad inexistente que los militares hicieron creer a gran parte de la sociedad. El día a día se hizo cada vez más difícil debido al deterioro de la economía, la inflación, el desempleo y los altos impuestos, por lo que la sociedad argentina reaccionó con manifestaciones y huelgas en reclamo de mejoras salariales. Un punto importante tiene que ver con los graffitis y los letreros de las ciudades, expresión plástica y política de las opiniones de los ciudadanos de a pie.


La calle

La protesta social se incrementó al final de la dictadura, al igual que la represión. Los fotógrafos documentaron diversas manifestaciones y posteriormente las recrearon de manera simbólica enriqueciendo la memoria, como el caso del llamado “siluetazo”, cuando miles de ciudadanos prestaron sus cuerpos para representación colectiva de los desaparecidos.

Un episodio central de la protesta callejera ocurrió el 19 y el 20 de diciembre del 2001 y culminó con la renuncia del presidente De la Rúa. La crisis argentina tocó fondo y permitió la emergencia de un nuevo ciclo histórico para el horizonte de los derechos humanos. Aquí pueden verse tres acercamientos distintos al conflicto.


Más vale reir

El humor y la ironía son a veces las únicas armas de la sociedad para enfrentar la represión y proponer cauces alternativos. Los fotógrafos argentinos utilizaron estos recursos durante la dictadura y ridiculizaron a los militares y a la alta jerarquía católica en imágenes que retomaron las agencias internaciones o que circularon internamente a través de algunas exposiciones. Esta tendencia creció y se fortaleció durante la democracia e incluyó a la totalidad de la clase política, incluyendo al propio presidente Alfonsín..


El infierno esta en la tierra

La desaparición sistemática de personas, el rapto y reubicación de infantes, el acoso constante, los vuelos de la muerte, y en suma la eliminación de la oposición, fueron los pilares sobre los que el llamado Proceso de Reorganización Nacional ejerció su dominio entre 1976 y 1982. La libertad de prensa también fue censurada y subordinada a los esquemas de la dictadura. Pese a lo anterior, la lente de los fotoperiodistas de la época ilustra distintos aspectos de la vida cotidiana en Argentina.


Nunca más el olvido

Una de las primeras acciones del gobierno del radical Raúl Alfonsín fue la creación de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Entre los integrantes de esta comisión se encontraban personalidades de renombre internacional como el escritor Ernesto Sábato, el rabino Marshall T. Meyer, el obispo católico Jaime de Nevares, la locutora y periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, la activista de derechos humanos Graciela Fernández Meijide, entre otros. La CONADEP recabó testimonios y pruebas de las vejaciones a los derechos humanos durante nueve meses, entre testigos de los hechos, así como familiares y conocidos de las personas desaparecidas; la investigación devino en un informe de 50 000 páginas, en el que quedó evidenciada la estructura sistemática de coordinación y ejecución de las violaciones a los derechos humanos, aprobadas por la cúpula del gobierno militar. Este reporte fue entregado al presidente Alfonsín el 20 de septiembre de 1984, con el título de Nunca más. El informe fue utilizado para el proceso judicial y condena a altos jerarcas de la dictadura, que con veredicto final del fiscal Julio César Strassera cerró su alegato con la misma expresión.